jueves, 14 de noviembre de 2013

Albert Camus (1913-1960)

En el centenario de un hombre bueno.

Texto de Ángel Villarías Robles.


Es el momento de los hombres buenos y rebeldes que dicen no con todas sus fuerzas porque se están afirmando con ese primer movimiento. Referentes íntegros que, como Camus, ya dieron respuesta hace más de cincuenta años a los problemas cuya solución aún nos ocupa.

Acostumbrado desde adolescente a medir sus aires y sus esfuerzos por una tuberculosis, sobrevivió en un mundo de pobreza y cegadora luz con la ayuda de dos maestros, Louis Germain  y Jean Grenier, que ejercieron como padres y le protegieron de la amenaza de todo artista: el resentimiento y la satisfacción. El artista debe estar siempre con aquellos que padecen la historia, no con los que la hacen.

Anticipó soluciones: Amo demasiado a mi país para ser nacionalista, quería una República Federal Argelina vinculada a Francia por un Parlamento común, y superó con rapidez discusiones de salón cuando la vida se perdía en la calle: Quien escribe no estará jamás a la altura del que muere. Combatió la guerra a golpe de diálogo, a fuerza de afecto: "Cartas a un amigo alemán” (1945). Entre la esperanza o el suicidio, eligió la rebelión, la ética de la acción, para superar el siglo del miedo impuesto por los distintos poderes. El XXI sigue siéndolo. La miseria, y no Marx, le enseñó la libertad, bien escaso que se debe conquistar todos los días con el esfuerzo de cada uno y la unión de todos. Para no caer en el absurdo, lo demostró con su ejemplo, debemos transformar nuestra vida a fin de darle un sentido que la muerte no concede. Todo lo anterior, sigue pendiente.
  
Un accidente de coche, muerte absurda y cruel destino: tenía billete de tren alternativo, interrumpió el mejor momento de su obra ya iniciado en su tercer ciclo con "El primer hombre".

Sus textos elevan, como al gaviero, el plano de tu mirada más allá del horizonte y te mantienen alerta y vigilante ante los desmanes de tanta caterva de malandrines en estos mares tan procelosos. Forma, además, ciudadanos responsables y participativos: La integridad no tiene necesidad de reglas.  

Sorprende, y debería sonrojar a las instituciones oficiales correspondientes, la poca atención demostrada  durante todo el año que ya termina en divulgar su ejemplo tan oportuno. Incómodo todavía hoy (han cambiado, por rivalidades de partido, al comisario de su muestra en Francia), no resulta, por lo tanto, tan extraño: La estupidez insiste siempre.

Tenemos sus libros: un tesoro al alcance de todo buen hombre. Sería imperdonable convertirnos en lo que ya entonces advertía: Algunas veces pienso en lo que los historiadores del futuro dirán de nosotros. Una sola frase será suficiente para definir al hombre moderno: comía y leía periódicos. ("Comer hamburguesas, jugar a la loto y ver la TV", actualizado por David Fincher en Se7en, 1995).

El Cine, con intentos de desigual fortuna, todavía le debe una adaptación a la altura del  desgarrador arranque de "El extranjero".

Seguiremos mejorando. Se lo debemos.

Como a Calígula, le puedes encontrar más vivo que nunca en la Biblioteca del barrio:

Título Signatura
Calígula T CAM cal
Calígula VID TEA CAL
El extranjero N  CAM cai
L' etranger FRA CAM
La peste N  CAM pes
Crónicas argelinas 96 CAM
Todos somos Albert Camus      T AGI tod

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